martes, 7 de marzo de 2017

GUADALAJARA 1710-1937

Hace 80 años, en la madrugada del 8 de marzo, 30.000 hombres del CTV y la brigada Marzo iniciaban una ofensiva, para aislar Madrid, con la pretensión de terminar la guerra. Era la segunda vez, con 227 años de diferencia, que se jugaba el destino de España en la zona de Brihuega y Villaviciosa del Tajuña. La mal llamada batalla de Guadalajara se repetía y curiosamente con ejércitos extranjeros en primera línea y con un nº importante de efectivos. Otra curiosidad es que soldados italianos se enfrentaban a soldados italianos a miles de km de su patria. 

Muralla de Brihuega, la vega del Tajuña y alturas circundante.


Empezaremos por septiembre de 1710, en plena Guerra de Sucesión, momento en el que el pretendiente, Archiduque Carlos, entraba en Madrid y el Rey Felipe V retrocedía hasta Talavera, después de sufrir varias derrotas y estar a punto de sucumbir ante la retirada del apoyo de su abuelo, el rey de Francia. Durante octubre, los felipistas se reorganizaron bajo el mando del Duque de Vendome (Luis José de Borbón) y recibieron la ayuda de la brigada irlandesa y voluntarios de Francia; mientras que las enfermedades diezmaban el ejército combinado anglo-austríaco, que a mediados de noviembre empezaba a abandonar Madrid  para volver hacia sus bases en Cataluña.
 


Sorprendentemente, el Archiduque abandona a su ejército y cabalga hacia Barcelona para ir preparando las vituallas, el ejército le sigue dividido en dos grupos. Abría la marcha el cuerpo británico, formado por unos 5.000 hombres a las órdenes de James Stanhope, Primer conde de Stanhope. A un día de marcha le seguía el general austríaco, Starhemberg que lideraba el cuerpo principal, con unos 12.000 hombres. En conjunto lo mejor de la infantería de la época y con una distribución de marcha que facilitaba el aprovisionamiento y que Napoleón empleó en repetidas ocasiones; los cuerpos llevaban rutas parecidas y lo suficientemente próximos como para poder ayudarse; siempre que estuviesen coordinados y no se dejasen sorprender.


Confiados, los ingleses, se refugiaron en Brihuega, pensando que no había tropas enemigas en los alrededores y no fortificaron las alturas de la hoya de Brihuega. Sorprendido Stanhope el 9 de diciembre, en esa población, fué atacado desde las alturas y a media mañana se rindió sin dar tiempo a que Starhemberg pudiera unir sus fuerzas. Al día siguiente en Villaviciosa de Tajuña, los austríacos fueron derrotados, ahora en inferioridad, igualmente. El Duque de Vendome, con fuerzas numericamente parecidas les había derrotado al atacarles por separado y gracias a dominar las alturas del valle del Tajuña. No significó el fin de la guerra pero sí marcó otro rumbo y al final terminaría con la corona en las sienes de Felipe V.

El Duque de Vendome entrega los estandartes enemigos al Rey Felipe V

Doscientos veintisiete años después, nuevamente tropas extranjeras, defendiendo a dos Españas antagónicas,  combatían directamente en suelo español y se volvían a repetir los mismos fallos en una de las partes; que sería la que perdería la batalla. Nadie aprende en cabeza ajena.

El CTV (Cuerpo de Tropas Voluntarias) italiano acababa de participar en la victoriosa campaña de Málaga y queriendo cumplir los deseos megalómanos de Mussolini, había solicitado actuar de forma independiente en un frente en el que lucir su concepto de la Guerra Célere; versión cutre de la guerra relámpago alemana que años después asombraría al mundo. No quisieron escuchar al Estado mayor de Franco y rechazaron mapas del instituto nacional y prefirieron los Mapas Michelín en los que la depresión de Brihuega estaba mal representada; confiados dejaron las cocinas de campaña en retaguardia y así los soldados pasaron muchos días sin comer caliente; en suma despreciaban al ejército popular y se llevaron una sorpresa muy desagradable. Era un cuerpo de ejército con unos 22.000 hombres en línea que se repartían en tres divisiones de camisas negras (voluntarios pero sin convicciones e incluso engañados en muchos casos sobre su destino) y una del ejército regular ( la Littorio). Estaban dotadas de tanquetas de 2,5 t, armadas con dos ametralladoras, artillería autopropulsada y el apoyo de la aviación legionaria. Sobre el papel una fuerza imponente que descargaría su golpe sobre la división 12, formada por unos 10.000 hombres, mandada por el coronel Lacalle, que defendía ese sector del frente. En el mapa adjunto pueden verse las líneas de partida, el máximo avance y las posiciones finales.
Mapa de la batalla y donde también puede apreciarse la zona de combate de 1710

A la derecha del CTV, desplegaba la brigada Marzo (por el nombre de su jefe), que formaba parte de la división Soria; mandada por el recién ascendido Coronel Moscardó. Inicialmente la división 12 republicana fué superada y las líneas avanzaron, en tres días, más de 30 km pero el mal tiempo retuvo la aviación legionaria en tierra mientras que la republicana con sus pavimentos de hormigón soportaban el temporal y permitían el despegue de sus aviones. Esta absoluta superioridad aérea se tradujo en ataques aéreos de bombardeo y ametrallamiento que combinados con los dos batallones de tanques, unos 50 T-26 (con 11 t. de peso, un cañón de 37 mm y dos ametralladora) y un empleo masivo de la artillería, frenó el avance y fijó las posiciones; dando tiempo a que Miaja reorganizase sus tropas y constituyera tres divisiones con tropas fogueadas en la recientemente concluida Batalla del Jarama. Una semana después de iniciar el avance los italianos, comenzaba los asaltos republicanos; dirigidos por el anarquista Cipriano Mera, Lister y El Campesino.
CV 33/35
T-26

Los Italianos habían llegado a Brihuega pero igual que Stanhope en 1710, se olvidaron de las altura que la circunda y ahí comenzaron sus problemas. Lister y Pavlov colocaron sus cañones donde antes los tuvo Vendome y los italianos no soportaron el castigo. El 18 las dos divisiones de camisas negras huían en desbandada y solo dejaron una bandera (unos 400 hombres) en el Palacio Ibarra que luchó dignamente contra los internacionales del batallón Garibaldi de la XII brigada Internacional.

La división Littorio retrocedió en orden y junto con la otra de camisas negras soportó la embestida. El frente quedó fijado hasta el final de la guerra. La República recuperó la mitad del terreno perdido en los primeros días; salvo en la zona de la brigada Marzo que no retrocedió. Fué otra batalla en tablas, ni un exitazo ni una debacle, aunque la República la utilizó efusivamente para darse autobombo y demostrar la falsa neutralidad del Comité de No Intervención. Por parte nacional, significó la aceptación de que no se podía tomar Madrid y que la guerra se resolvería en otros frentes. Además Mussolini aceptó que las tropas italianas no volvieran a actuar por su cuenta y pasaron a depender del cuartel general de Franco.

Fiat Ansaldo, CV 33, botín republicano


Las bajas fueron similares por ambos mandos si bien la propaganda republicana exageró las italianas y minimizó las propias.
La clave de la reacción republicana radicó en una buena colaboración de las tres armas y en la rápida y eficaz retirada de tropas del frente del Jarama y ahí surgió una pregunta: ¿Tan desgastadas estaban las tropas nacionales en el Jarama que no presionaron para evitar que Miaja retirara parte de sus fuerzas para primero parar y después repeler el ataque italiano?Esta pregunta y otras similares han servido para crear polémica sobre la actuación de Franco. También se ha escrito mucho sobre el valor de los soldados del CTV y su comportamiento en la batalla, pero analizando lo acontecido podemos decir que estuvieron muy mal dirigidos, sin apoyo aéreo y enfrentados a tropas fogueadas, con ideales claros y bien dirigidas; sin olvidar que 1500 de ellos regaron con su sangre las duras tierras de la Alcarria.

La historia se repetía y los que iban de vencedores fueron vencidos y los humildes triunfaron. Sin olvidar que los jefes italianos olvidaron o no asistieron a clase cuando en sus academias militares explicaron las batallas de 1710.

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